13/12/13

¡MADRID, MADRID, MI MADRID!... DE LUCÍA SÁNCHEZ SAORNIL


¡Madrid, corazón del mundo!
-no ya corazón de España-

como túnica de Cristo
malhechores te desgarran.
        ¡Ay, rondas de mi Madrid,
ríos de sangre y de lágrimas!
Tus noches no son tus noches
llenas de luz hasta el alba;
son pavorosos abismos
en cuyas negras entrañas
revientan frutos de fuego
maduros de vieja saña.

              ***

¡Madrid, de los arrabales, 
río de sangre y de lágrimas,
abre la tumba a tus muertos!
-A nosotras, Malasaña!-
van las mujeres rugiendo,
trémulas de fiebre y ansia,
galopando en potro de ira,
con las manos desplegadas
a la busca en campos de odio
de amapolas de venganza.
¡Madrid, corazón del mundo,
corazón que se desangra!...
        Por la puente de Segovia
sube de cara al Alcázar
entre roncos alaridos
el pueblo pidiendo armas.
        -¡Madre, madre, me han matado
al hijo de mis entrañas!
        -Anoche dejé a mi padre
quieto el corazón, sin habla,
boca arriba en el arroyo
buscando un cielo sin alba.
        -¿A dónde vas, compañero?
-Deja, mujer, que me vaya;
no tengas celos de nadie,
que es la muerte quien me aguarda
para jugarse conmigo,
firme el pulso y cara a cara,
la vida de mi Madrid
que tiene preso en sus garras.
-Voy contigo, compañero,
los dientes tengo y me bastan.

               ***

       -A mí los del Avapiés,
Curtidores y la Caba;
los mozos de pelo en pecho
dispuestos a lo que salga.
        Por las puertas de Toledo
va en aluvión la "canalla"
en busca del enemigo
ciegos los ojos de lágrimas,
prietos los dientes de ira
chocando al aire las armas.
        ¡Madrid, Madrid, mi Madrid,
haremos una muralla
de carne humana y de fuego,
y a ver qué guapo la salta!

               ***

        Todas las horas del día
están cortadas de alarma.
Cruzan veloces las calles
campanas precipitadas,
sirenas agudas gritan
en la noche ciudadana
y contra un terror obscuro
los sueños rompen sus alas.
        Debajo de las estrellas
los negros aviones cantan,
serpientes de traición silban
que hasta a la muerte acobardan.
La cuna que acuna al niño
no por ser cuna se salva;
y crujiendo en sus raíces,
muda de terror, la casa
alarga sus escales
y hace más honda su entraña.
¡Contra el cielo ennegrecido,
pegan su lengua las llamas!

               ***

¡Muchachos, al parapeto!
donde Madrid os reclama.
¡Adelante las mujeres!
¡adelante!, ¿Quién se tarda?
Una hora vale un año,
un minuto, una semana.
¡Hagamos muros de carne,
y a ver qué guapo los salva!

Lucía Sánchez Saornil

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